Esperanza – Salmo 131
SEÑOR, mi corazón no es orgulloso,
ni son altivos mis ojos;
no busco grandezas desmedidas,
ni proezas que excedan a mis fuerzas.
Todo lo contrario:
he calmado y aquietado mis ansias.
Soy como un niño recién amamantado en el regazo de su madre.
¡Mi alma es como un niño recién amamantado!
Israel, pon tu esperanza en el SEÑOR
desde ahora y para siempre.
Señor, cuando pienso en los que han perdido un ser querido, cuando me encuentro en las calles vacías porque la mayoría permanece en sus casas por temor, cuando voy al supermercado lleno de protocolos para entrar y comprar solamente lo necesario y cuando pienso en los hospitales desbordados de enfermos, no puedo evitar llorar como cuando era una niña. Pero te doy gracias porque en medio de ese quebranto Tú me sostienes y me recuerdas que este día Tú eres el mismo Dios de Israel y que eres Dios para siempre.
Sugerencia:
Lleva tus brazos adelante, agarra cada codo con una mano, con los codos dibuja una sonrisa delante tuyo, remárcala y agrándala cada vez más; también dibuja un arcoiris con tus codos, remárcalo y agrandalo cada vez más; luego haz círculos completos hacia tu derecha y luego hacia tu izquierda, reconoce cómo se siente tu espalda, date un respiro de todo aquello que cargas en ella.
Escribe tu oración en los comentarios...
ni son altivos mis ojos;
no busco grandezas desmedidas,
ni proezas que excedan a mis fuerzas.
Todo lo contrario:
he calmado y aquietado mis ansias.
Soy como un niño recién amamantado en el regazo de su madre.
¡Mi alma es como un niño recién amamantado!
Israel, pon tu esperanza en el SEÑOR
desde ahora y para siempre.
Señor, cuando pienso en los que han perdido un ser querido, cuando me encuentro en las calles vacías porque la mayoría permanece en sus casas por temor, cuando voy al supermercado lleno de protocolos para entrar y comprar solamente lo necesario y cuando pienso en los hospitales desbordados de enfermos, no puedo evitar llorar como cuando era una niña. Pero te doy gracias porque en medio de ese quebranto Tú me sostienes y me recuerdas que este día Tú eres el mismo Dios de Israel y que eres Dios para siempre.
Sugerencia:
Lleva tus brazos adelante, agarra cada codo con una mano, con los codos dibuja una sonrisa delante tuyo, remárcala y agrándala cada vez más; también dibuja un arcoiris con tus codos, remárcalo y agrandalo cada vez más; luego haz círculos completos hacia tu derecha y luego hacia tu izquierda, reconoce cómo se siente tu espalda, date un respiro de todo aquello que cargas en ella.
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