Una invitación para estar alertas, lamentar, y recibir y extender gracia
El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;
por eso en él confío!
Lamentaciones 3:22-24
ni se han agotado sus bondades.
Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;
por eso en él confío!
Lamentaciones 3:22-24
¿Dónde está Dios cuando buena parte del mundo sufre los estragos de una pandemia? ¿Cómo vivimos esta realidad a la luz de nuestra fe en Jesús, el Señor? ¿Dónde podemos ver el amor de Dios y sus bondades en medio de una pandemia que ha cobrado miles de vidas? Reconocemos que, ante la velocidad de los cambios en el mundo, en nuestras ciudades y en nuestras vidas, y ante las constantes noticias es difícil tomarse el tiempo de procesar, de reconocer nuestros sentimientos y hacer frente a las nuevas circunstancias. Sin embargo, necesitamos reponernos al shock y gestionar nuestras respuestas. De otra manera reaccionaremos con cinismo o desde el temor. Necesitamos la ayuda auxiliadora del Espíritu Santo para consolarnos en este momento y regresarnos a la vida. Necesitamos hoy más que nunca a la comunidad de creyentes para fortalecernos mutuamente en la Palabra.
El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
Muchas de las circunstancias que brindaban estructuras a nuestra vida y sociedad cambiaron: horarios, trabajo, movilidad, personas, viajes, etc. Por eso es fundamental establecer ritmos nuevos a nuestro diario vivir, ritmos para la vida y no para la producción o el consumo, ritmos para estar presente para Dios y las personas y no para explotarlas, en resumen: ritmos para reconocer a Dios obrando en nuestra vida y el mundo, para oír su voz calmando nuestras ansiedades aún en circunstancias adversas como la actual pandemia.
El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
Precisamente ése es el propósito de este esfuerzo colectivo, dejarnos ayudar por hermanas y hermanos de toda nuestra América Latina para reunirnos y orar entorno a la Palabra, quien nos llama para darnos ánimo, reorientarnos y enviarnos como testigos suyos en su mundo. Dios continúa su obra de reconciliación a pesar de estas circunstancias. Ahora podemos encontrarnos perturbados ante los cambios del mundo, como los exiliados de Judea en Babilonia, para quienes su mundo literalmente había dejado de existir. Cobremos ánimo, dejémonos reunir entorno a la Palabra para descubrir a Dios y su bondad.
El amor del Señor no tiene fin,
ni se han agotado sus bondades.
Cada mañana se renuevan;
¡qué grande es su fidelidad!
Te invitamos a cultivar un ritmo saludable para estos días marcando tres momentos cada día para orar: Alertas (7:00), Lamento o Arrepentimiento (13:00), y Esperanza, Gracia y Hesed (19:00).
Empezaremos cada momento acercándonos al texto bíblico para contemplar y meditar en él. También, notarás que en cada momento hay una oración y/o un dibujo. Sirven como una invitación para que escribas o dibujes tu propia oración. Puedes hacerlo en los comentarios.
¿Qué significa cada momento?
Alertas
“Sabemos que la atmósfera espiritual en la cual vivimos erosiona la fe, disipa la esperanza y corrompe el amor, pero es difícil saber exactamente qué es lo que está mal.” (Eugene Peterson)En este primer momento de oración recordamos que Dios es Dios, que está activo en nuestros contextos y en nuestras vidas y que nos invita a pasar el día conscientes de su presencia.
Lamento o Arrepentimiento
Lamentamos y confesamos...Porque más de 200 mil personas han muerto; porque muchos siguen enfermos; porque los pobres se están haciendo más pobres; porque, entre torpezas y mezquindades, muchos de nuestros gobernantes no están dando la talla; porque como iglesia no sabemos exactamente qué hacer; porque las personas que están ayudando se están cansando; porque tenemos miedo; porque queremos volver a la normalidad pero la normalidad tal vez no era saludable. ¿Qué otras cosas debemos lamentar? ¿A qué arrepentimiento nos llama el Señor?