Lamento – Salmo 102
Escucha, SEÑOR, mi oración
llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
cuando me encuentro angustiado.
Inclina a mí tu oído;
respóndeme pronto cuando te llame.
Pues mis días se desvanecen como el humo,
los huesos me arden como brasas.
Mi corazón decae y se marchita como la hierba;
¡hasta he perdido el apetito!
Por causa de mis fuertes gemidos
se me pueden contar los huesos.
Parezco una lechuza del desierto;
soy como un búho entre las ruinas.
No logro conciliar el sueño;
parezco ave solitaria sobre el tejado.
A todas horas me ofenden mis enemigos,
y hasta usan mi nombre para maldecir.
Las cenizas son todo mi alimento;
mis lágrimas se mezclan con mi bebida.
¡Por tu enojo, por tu indignación,
me levantaste para luego arrojarme!
Mis días son como sombras nocturnas;
me voy marchitando como la hierba.
En la comodidad de mi casa se marchita mi vida, cuando teniendo todo, la vida no tiene dirección u objetivo.
Me desvelo en la preocupación de aquello que no puedo controlar, navego allí en ese mar de incertidumbres, mis embarcaciones son...
que se disfraza de bienestar mientras su herida profunda se ensancha.
Todo eso ocurre en la comodidad de mi casa,
¿Cómo estará todo allá afuera? no tengo el valor para ver de frente el sufrimiento del prójimo, de quien carece de alimento, de quien se está despidiendo de un ser querido a la distancia, sé que dolerá tanto que no quiero intentarlo, regreso a mi mundo cómodo, a mis distracciones, algunas santas otras no tantas.
No cierres Dios tus ojos a mi realidad, no me dejes sola con estas embarcaciones, en estos mares profundos, restaura mi ánimo, no apartes de mí tu rostro.
Sugerencia
¿Tienes bostezos? Extiéndelos hasta las manos y los pies, dale tiempo, inhala y exhala con otro bostezo, repite hasta que sientas que tu cuerpo tiene suficiente aire.
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llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
cuando me encuentro angustiado.
Inclina a mí tu oído;
respóndeme pronto cuando te llame.
Pues mis días se desvanecen como el humo,
los huesos me arden como brasas.
Mi corazón decae y se marchita como la hierba;
¡hasta he perdido el apetito!
Por causa de mis fuertes gemidos
se me pueden contar los huesos.
Parezco una lechuza del desierto;
soy como un búho entre las ruinas.
No logro conciliar el sueño;
parezco ave solitaria sobre el tejado.
A todas horas me ofenden mis enemigos,
y hasta usan mi nombre para maldecir.
Las cenizas son todo mi alimento;
mis lágrimas se mezclan con mi bebida.
¡Por tu enojo, por tu indignación,
me levantaste para luego arrojarme!
Mis días son como sombras nocturnas;
me voy marchitando como la hierba.
En la comodidad de mi casa se marchita mi vida, cuando teniendo todo, la vida no tiene dirección u objetivo.
Me desvelo en la preocupación de aquello que no puedo controlar, navego allí en ese mar de incertidumbres, mis embarcaciones son...
Enojo,
ese que se contiene y que explotará en algún momento, al que no le encuentro explicación pero mancha mi vivencia.
Soledadque se disfraza de bienestar mientras su herida profunda se ensancha.
Desánimo,
pues al mirarme en el espejo no encuentro fortaleza alguna para asumir la realidad, no encuentro atractiva mi vulnerabilidad mi fragilidad.
Envidia,
que me aflige al ver los triunfos de los otros y no encontrar aciertos en mí; como si nada alegrara la vida, como si no hubiese mañana.
Todo eso ocurre en la comodidad de mi casa,
¿Cómo estará todo allá afuera? no tengo el valor para ver de frente el sufrimiento del prójimo, de quien carece de alimento, de quien se está despidiendo de un ser querido a la distancia, sé que dolerá tanto que no quiero intentarlo, regreso a mi mundo cómodo, a mis distracciones, algunas santas otras no tantas.
No cierres Dios tus ojos a mi realidad, no me dejes sola con estas embarcaciones, en estos mares profundos, restaura mi ánimo, no apartes de mí tu rostro.
Sugerencia
¿Tienes bostezos? Extiéndelos hasta las manos y los pies, dale tiempo, inhala y exhala con otro bostezo, repite hasta que sientas que tu cuerpo tiene suficiente aire.
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Estoy harto de ver noticias de poderosos tramando a costa de la salud del pueblo. Me da náuseas las diferencias en el trato que algunos reciben. A la vez me siento interpelado: ¿a qué nos estás llamando, Señor?
ResponderEliminarCansada de no ser capaz de ver con esperanza el presente, culpable al cuestionar tu aparente ausencia, Señor el futuro parece tan distante y tenebroso, anhelamos que esto termine pero nos asusta tanto el salir de esta isla cómo llevar consuelo , cómo hablar de esperanza si hasta el abrazo nos parece peligroso
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